Por: 𝒢𝒶𝓈𝓉𝒶𝓃𝒹𝑜 𝒯𝒾𝓃𝓉𝒶
Mientras algunos municipios del Altiplano tamaulipeco aún lidian con inercias burocráticas, en Jaumave las cosas comienzan a hablar con hechos. El presidente municipal, Manuel Báez Martínez, no solo ha entendido que el territorio es más importante que el escritorio, sino que ha hecho de cada evento institucional una genuina comunión con el pueblo. La reciente brigada Transformando Familias, encabezada por el gobernador Américo Villarreal y la Dra. María de Villarreal, presidenta del DIF estatal, fue mucho más que una jornada asistencial: fue una fotografía del nuevo Jaumave que comienza a construirse con trabajo de campo y sensibilidad social.
No se trata únicamente de consultas médicas o de la entrega de apoyos —lo cual por sí mismo ya representa un alivio para comunidades muchas veces olvidadas—, sino del mensaje político que se encierra en cada visita a un ejido como San Antonio: hay presencia del Estado, hay voluntad y, sobre todo, hay una narrativa distinta. Mientras algunos todavía organizan actos con público rentado, aquí las sillas se llenan solas. Porque cuando se trabaja con autenticidad, la gente llega por cuenta propia.
Es innegable que el sello de Manuel Báez ha sido el de la cercanía, pero también el del orden. Jaumave ha pasado de ser una nota de pie de página a una nueva referencia en el Altiplano. Y en política, cuando se logra eso, es porque hay discurso y hay piso. La clave ha sido entender que el pueblo no se conquista con promesas huecas, sino con presencia permanente. Eso explica por qué cada vez que el presidente habla en un evento como el de esta semana, no lo hace como una figura decorativa, sino como un líder en funciones que entiende que gobernar no es mandar, sino servir.
En Jaumave, la política social dejó de ser retórica de campaña y se convirtió en ruta de acción. Y si el termómetro de las aspiraciones futuras está en la temperatura del pueblo, aquí parece que ya se encendió el motor.
Nos leemos pronto… si el café y la tinta no se enfrían.
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